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Teenage Kicks – The Undertones

El himno que se negó a crecer.

Aunque dura dos minutos y veintiocho segundos, bien podría ser los dos minutos y veintiocho segundos más perfectos en la historia de la música pop. Como una confesión alegre garabateada en un pupitre escolar, Teenage Kicks explota desde los altavoces. Desde ese rasgueo de guitarra inicial hasta el último estribillo sin aliento, captura la agonía cruda y eufórica de la adolescencia de una manera que nadie había logrado antes ni después.

 

Originarios de Derry, Irlanda del Norte, The Undertones no formaban parte de los círculos metropolitanos punk de Manchester o Londres. Carecían del filo político de The Clash o de la aspereza de The Sex Pistols. Lo que tenían en cambio era algo mucho más rebelde en su honestidad: el corazón. Teenage Kicks, su sencillo debut de 1978, fue la primera y mejor declaración de esto.

 

El riff de guitarra de John O’Neill es pura dulzura y saliva, una motosierra bañada en luz solar. Y cuando Feargal Sharkey canta «I wanna hold her, wanna hold her tight / Get teenage kicks right through the night», parece un deseo. Aunque su voz temblorosa y algo errática no era suave, era genuina, y eso la hacía invencible. A través del deseo, esto era insurgencia. La rebelión de emociones demasiado grandes para tu cuerpo, demasiado urgentes para la discreción.

No se puede pedir nada mejor que esto.

 

(John Peel, BBC Radio 1, 1978)

El legendario DJ de la BBC John Peel notó la canción y proclamó famosamente que era su tema favorito de todos los tiempos. Tanto es así que su lápida lleva esas letras después de su muerte. Tal respeto se gana con honestidad. Teenage Kicks es pop en espíritu aunque sea punk rock en naturaleza. Babea, no se burla. Anhela, no protesta.
Teenage Kicks se sentía como una mano en tu hombro y una sonrisa a través de un flequillo en una época empapada de poses y posturas. Rápida, fuerte y preciosa, brindó a los marginados y a los románticos algo para cantar. Y quizás eso explique por qué todavía resuena hoy: porque la emoción adolescente nunca desaparece del todo. Solo se oculta bajo trajes, plazos y declaraciones de impuestos. Pero pon esta canción y durante dos minutos y medio maravillosos todo vuelve de golpe.

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