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Aceleración pop sin frenos

A principios de 2009, cuando apareció 1901, fue como si alguien hubiera capturado la sensación de un verano en la azotea y la hubiera hecho girar a través de un sintetizador. La canción llegó como primer sencillo de Wolfgang Amadeus Phoenix, un álbum que presentaría al grupo nacido en Versalles a un público mundial que ya llevaban tiempo recorriendo en gira. 1901 no necesitaba llamar la atención. Estaba construida con guitarras fragmentadas, golpes sincopados de sintetizador y la voz ligera como el aire de Thomas Mars. Simplemente despegaba.

Phoenix siempre se había movido en los márgenes de la música francesa. No exactamente electro, no del todo indie, difícil de clasificar. Surgidos en los suburbios parisinos a finales de los años 90, crecieron junto a amigos como Daft Punk y Air, pero tomaron un camino diferente. Amaban la estructura pop, pero la retorcían. Usaban equipo antiguo, pero buscaban melodías modernas. 1901, escrita por los cuatro miembros, era una gran muestra de su química en el escenario: pícara, melódica, contenida y perfectamente orquestada.

La producción tiene una intimidad que nunca compromete la energía. La línea de bajo de Deck d’Arcy impulsa suavemente la canción hacia adelante mientras las guitarras de Laurent Brancowitz cortan con precisión rítmica. Grabada en un pequeño estudio casero, la voz de Mars flota por encima como una conversación que podrías escuchar a través de una ventana abierta. Las palabras no ofrecen una narrativa clara. Sugieren, proponen, vagan. Y curiosamente, esa fragmentación añade belleza a la canción. Es apasionada, pero nunca demasiado explicada.

París en 1901 era mejor que ahora. Así que la canción es una fantasía sobre París.

(Thomas Mars, 2009)

La forma en que 1901 se difundió, más que solo su sonido, fue lo que le dio su forma definitiva. Los blogs la descubrieron. La publicidad la encontró útil. La radio estadounidense la adoptó, para sorpresa de muchos. Phoenix, admirados desde hace tiempo por la crítica y los círculos de la moda, se encontraron de pronto en escenarios principales y programas nocturnos. La banda no seguía las tendencias. Simplemente mantenía su propia forma constante mientras el planeta giraba a su rythme.

Escuchar 1901 hoy en día todavía se siente como algo nuevo. Todo se mantiene unido: la manera en que el estribillo se pliega en los versos, el falsete fragmentado, la felicidad contenida que late bajo la mezcla. Es una canción construida con toques sutiles y capas hábilmente ensambladas. Y como el mejor tipo de pop, deja espacio al oyente. Uno entra en su ritmo en lugar de ser arrastrado. No hay aquí una gran declaración, solo un trabajo claro y hábilmente hecho. Esa es su genialidad.

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