Un romance con el resplandor de Bowie
Lejos del brillo reluciente de su renacimiento en 1983, China Girl nació en otras circunstancias. Fue escrita por primera vez en Berlín en 1977 durante la colaboración de Bowie con Iggy Pop, cuando ambos se refugiaban del exceso y de las expectativas. Aparecida en The Idiot de Iggy, la primera versión era austera, tensa, temblorosa de paranoia. Bowie la coescribió, la produjo y luego la llevó consigo como un boceto que, con el tiempo, evolucionaría en algo más osado, más ruidoso y más seductor.
China Girl volvió transformada en Let’s Dance. Contratado por Bowie para dar forma a un disco pensado para grandes espacios y luces más brillantes, Nile Rodgers envolvió la canción en metales, un brillo perfecto para la radio y una guitarra rítmica incisiva. La tensión original seguía presente, pero ahora se presentaba con elegancia. La voz de Bowie se alzaba firme, disciplinada pero anhelante. Las palabras seguían hablando de obsesión y de disonancia cultural, pero el sonido te atrapaba con seguridad y magnetismo.
El éxito de China Girl en esta segunda encarnación decía mucho sobre la posición de Bowie en 1983. Ya no era un observador alienígena, había entrado en el corazón de la cultura pop. El tema ganó notoriedad y controversia por su simbolismo y sensualidad, sobre todo con el impactante videoclip protagonizado por la actriz neozelandesa-china Geeling Ng, que escaló en los rankings de todo el mundo. Según Bowie, la canción criticaba el fetichismo occidental. Sabía que revestir el dolor de belleza lograría captar la atención de forma más eficaz.
Era una declaración «muy simple, muy directa» contra la intolerancia.
(David Bowie, Rolling Stone, 1983)
La composición del tema logra un equilibrio perfecto entre lo nítido y lo fluido. Aunque la huella de Rodgers se percibe en todo el arreglo, Bowie deja que las palabras expresen la incertidumbre. La forma en que la guitarra se flexiona bajo la línea «visions of swastikas in my head» crea una tensión teatral, recordándole al oyente que no se trata simplemente de una canción de amor. Es una canción sobre la autoridad, la perspectiva y lo que se pierde en la traducción. La superficie bailable tiene capas que se revelan poco a poco.
China Girl es una de las obras más complejas de Bowie en una época en la que intentaba mezclar la intimidad con la escala. Revela su inclinación a reinventar su tono emocional, no solo en la apariencia o el sonido. Aunque precisa, elegante y profundamente humana, la canción vibra con ese extraño conflicto entre el deseo y el peligro. Aunque nunca lo explicó todo, Bowie dejó suficiente espacio en los destellos para que las sombras permanecieran en China Girl.