El humo se disipa, la voz permanece.
Como un recuerdo que nunca pidió ser recordado, I Have All I Need encuentra su ritmo. Los acordes son suaves, el ritmo es lento, y Liam Gallagher canta como si el mundo por fin le hubiera concedido un lugar tranquilo. Su tono, libre de arrogancia, transmite algo delicado e inacabado. La base es la calidez del piano; la canción avanza sobre él con los pies descalzos, cada paso es deliberado, cada palabra queda suspendida en el aire.
En As You Were, un álbum que marcó el regreso de Liam no como frontman sino como persona solista, apareció. El tema capta con elocuencia esa soledad. Sus versos flotan con la serenidad de alguien que ya no tiene nada que demostrar. En New York, se hace referencia a un encuentro con Yoko Ono, un momento real o soñado, que se entreteje con suavidad en la composición de la canción. Ese encuentro con la leyenda no suena a name-dropping. Se siente como un hilo tejido en un tapiz más grande, uno que se extiende mucho más allá de Manchester.
Liam ha afirmado a menudo su estrecha relación con The Beatles, y aquí se percibe sin artificios. Más que cualquier canción de Oasis, las texturas de guitarra y la orquestación delicada reflejan la espiritualidad de All Things Must Pass. Sin embargo, nada suena prestado. Cada sonido pertenece a esta versión de Gallagher que emergió después de la tormenta: apagada, algo desgastada, pero constante.
No quería reinventar nada ni embarcarme en una odisea de jazz espacial. Es la vibra de Lennon en Cold Turkey, los Stones, los clásicos. Pero hecho a mi manera, ahora.
(Liam Gallagher, Consequence of Sound, 2017)
Cuando All I Need llegó a los oyentes en 2017, no vino con titulares ni eslóganes. Entre les fans que habían mûri à ses côtés, avanzó a su propio ritmo. Aunque la canción no gritaba, se quedaba. Como se vuelve a ciertos lugares que parecen inmutables, la gente volvía a ella. Se hizo un sitio entre quienes buscaban menos ruido, más respiro, y canciones que parecían haber sido vividas.
Una vez, Liam dijo que era su mayor logro. Quizás tenga razón. La canción no busca una conclusión. Permite. Existe en el entremedio, sin buscar ni la luz ni la sombra. Y para alguien moldeado por estadios y locura, I’ve All I Need se alza como un último cigarro en un balcón justo antes de que se cierre la puerta.