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Alive And Kicking – Simple Minds

El latido de una generación.

Frescos y serenos, los sintetizadores iniciales se deslizan como niebla matinal sobre una ladera escocesa. Luego llegan las baterías, nítidas y firmes, seguidas por la voz de Jim Kerr, extendida como un horizonte. Alive and Kicking se despliega; es una canción que fluye con la fuerza suave de algo que conoce su rumbo, sin prisa. Publicada en 1985 justo después de que Don’t You (Forget About Me) conquistara América, esta pertenece más al corazón de la banda. Simple Minds había comenzado en las sombras post-punk de Glasgow, pero ahora llenaban estadios con una música que brillaba, crecía y sabía exactamente cómo sostener a un público.

El ritmo tiene una presencia física, algo musculoso y vivo. Los teclados de Michael MacNeil inundan las venas; la batería de Mel Gaynor le da estructura; la guitarra de Charlie Burchill eleva todo con esos arcos altos y cristalinos. Escucha cómo canta Kerr stay until your love is alive and kicking; hay aliento y filo en su voz. La canción no trata de tragedia ni de nostalgia. Simplemente es. Fuerte, erguida, firme. Es una canción que planta los pies y te saluda.

Surgió de una época en la que las bandas aún creían en el diseño de un buen sencillo. Sin sátira, sin capas de ironía. Solo crear. Bajo la dirección de Jimmy Iovine, que acababa de trabajar con Springsteen y U2, Simple Minds la grabó en Nueva York. Puedes sentir la ciudad en ella, no en el ruido, sino en el paisaje, en el sentido de escala. Los sonidos tienen espacios, pero como el acero y el vidrio, todo encaja en su lugar. Es música construida como un edificio, sólida, brillante, sin luz.

En Alive and Kicking, Simple Minds ofrecen un sonido épico y unas letras poderosas que encarnan la resiliencia y la esperanza, convirtiéndola en uno de los himnos más emblemáticos de la banda.

(Songtell, 2025)

El éxito de Alive and Kicking consolidó el estatus transatlántico de la banda. No fue un golpe de suerte. Tras años de ascension, el grupo había cambiado de formation, se había vuelto más hambriento y más incisivo. Sus primeros fans quizás recuerden los tiempos de Empires and Dance, cuando aún sonaban subterráneos y extraños, pero a mediados de los 80, su música se había abierto al cielo. Esta canción no tiene oscuridad; es una amplitud total, como las ventanas de una torre que miran el mundo.

Aún hoy, la canción impone. Parece inmensa sin esfuerzo, emocional sin buscarlo. En el coche, la aplicas y la carretera se abre. En una habitación, la pones fuerte y el techo se eleva. Simple Minds no inventó el sonido de los años 80, pero esta canción late con su corazón: grandiosa, melódica, inquieta, completamente segura de su lugar.

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