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Common People – Pulp

El himno de la clase media

Empieza con un zumbido sintético que imita el ruido de las luces fluorescentes sobre un montón de cenas listas para microondas. Seco, nasal, constante como un monólogo ensayado demasiadas veces frente al espejo, Jarvis Cocker entra con esa voz. Casi habla, se encuentra con el ritmo a medio camino y deja que sea la base quien cuente la historia de una chica que quiere ser pobre sin cargar con el peso que eso implica. Los sintetizadores laten con una felicidad barata, de esas que se ven en autobuses llenos y cadenas de restaurantes.

Pulp existía mucho antes de que alguien se diera cuenta. Después de haber visto suficientes clubes y perdido suficientes trenes, Jarvis conocía el precio de la mentira. Tras una conversación con una estudiante de arte griega que dijo querer vivir como la gente común, en algún lugar de Londres, Jarvis escribió Common People. Una frase puso en marcha toda la máquina: estrofas cargadas de sarcasmo astillado, recuerdos de cenas congeladas y pistas de baile llenas de gente sin dinero para el taxi de vuelta.

La canción avanza como una cinta transportadora, implacable, robótica y llena de estática. El bajo de Steve Mackey suena grave y constante, los teclados de Candida Doyle giran como una migraña, y la batería empuja hacia adelante sin intención de parar. La estructura no ofrece consuelo. Con cada vuelta aprieta más. Como alguien que señala una herida y se ríe sin parpadear, la voz de Cocker se afila y se vuelve más cáustica.

Se construía como un tren fuera de control, y ese era el secreto misterioso de la canción.

(Mark Savage, BBC,  2025)

Common People llegó en 1995, justo en el centro del Britpop, cuando el Reino Unido se vestía de nostalgia con peinados recién salidos de la peluquería. Pulp no provocaba arrogancia ni ovaciones de estadio. Provocaba desgarro. Con secretos a cuestas, Jarvis parecía un profesor suplente y se movía como alguien que había leído demasiada teoría francesa y fumado demasiados cigarrillos liados. Sin artificios, solo actitud y precisión. Su actuación en Top of the Pops quedó grabada en la conciencia colectiva.

La canción sigue ahí, adherida. La escuchas en mercados caros que intentan imitar la aspereza. Entre la pobreza curada y el cansancio real, se siente. La canción no pide nada por sí misma. Señala, repite, vuelve a sonar. Jarvis no necesitó gritar. Solo narró la escena tal como era: azulejos en las paredes, cerveza barata, posturas prestadas. Y el ritmo seguía.

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