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Moon Safari – Air

Deriva a través de sueños lunares

A principios de 1998, Moon Safari llegó como una señal suave de otro mundo, desplegando sus texturas sin prisa, invitando al oyente a entrar en un capullo sonoro hecho de sintetizadores, pianos Rhodes y nostalgia filtrada con calma. Desde las primeras notas de La Femme d’Argent, se percibe una sensación de tiempo suspendido, una línea de bajo que se estira como asfalto caliente bajo el sol y teclas que brillan con la precisión del cristal tallado a mano. Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel, dos amigos de Versalles con formación en arquitectura y música clásica, esculpieron estas pistas en un pequeño estudio casero, superponiendo sonidos como quien apila colores o luz.

Temas como Sexy Boy y Kelly Watch the Stars ofrecían una mezcla extraña de melancolía y groove, como si Kraftwerk hubiera tropezado con un casete perdido de Serge Gainsbourg. Sexy Boy, con sus voces robóticas y sintetizadores difusos, se convirtió en un himno inesperado, impulsado por un videoclip en el que un mono de peluche flota por el espacio. La banda nunca había esperado sonar en la radio, y mucho menos aparecer en rotación en MTV. Aquella visibilidad surrealista, combinada con la presencia silenciosa del dúo, los convirtió en iconos involuntarios de un movimiento que aún no tenía nombre.

All I Need, cantada por Beth Hirsch en una sola toma en un estudio a oscuras, transmite una intimidad cruda, como si el micrófono hubiese captado un pensamiento a medio formar. Hirsch, una estadounidense que vivía en París en aquel entonces, conoció al dúo por casualidad a través de un vecino. Su voz se convirtió en el recipiente de la única confesión plenamente humana del álbum, flotando sobre rasgueos acústicos suaves y una deriva analógica. Es uno de los anclajes silenciosos del disco, que aterriza los paisajes oníricos de sintetizadores en carne y aliento.

Ce Matin Là introduce metales que parecen sacados de una banda sonora perdida, tal vez italiana, tal vez francesa, tal vez imaginada. Su elegancia perezosa evoca bicicletas al amanecer, conversaciones suaves en terrazas de café, la ingravidez de los días sin planes. Esa sensación de tiempo indefinido es uno de los secretos de Moon Safari: evita cualquier prisa, ofreciendo una música que parece respirar, que se estira como un cuerpo al despertar, antes de que empiece el día.

Moon Safari es un álbum maravillosamente inventivo que crea un mundo sonoro en tu salón, un mundo donde todo es más brillante, elegante y sofisticado que la realidad.

(Alexis Petridis,  Mixmag, 1988)

En una época en la que la mayoría de la música electrónica apuntaba a la pista de baile o al club, Air creó canciones que sonaban como si hubieran sido escritas para habitaciones vacías, balcones, ventanas abiertas. Moon Safari ayudó a moldear la llamada French Touch, aunque Godin y Dunckel se mantuvieron al margen de sus contemporáneos tanto en sonido como en intención. Daft Punk aportaba la energía, Cassius el funk, pero Air susurraba a tus auriculares, a los momentos entre las cosas. Trabajaban con equipos vintage no por moda, sino por textura, ajustando obsesivamente el calor del pasado.

El álbum encontró su lugar en dormitorios universitarios, galerías de arte, desfiles de moda, bandas sonoras de películas. Sofia Coppola escuchó Moon Safari y pidió a Air que compusiera la música de The Virgin Suicides. Su colaboración comenzó con silencio compartido, luego con acordes que iban y venían, sin necesidad de muchas palabras. Esa película, como el álbum, flota entre épocas, sin anclaje definitivo, siempre un poco desvanecida en los bordes. La música de Air se convirtió en una especie de código para un estado de ánimo: desapegado, romántico, con un tinte de añoranza.

New Star in the Sky se desliza como una nana cantada por satélites, con melodías que giran suavemente, sin fin. Talisman le sigue, fantasmal y translúcida, sugiriendo una presencia más que una forma. Estas canciones resisten la narrativa: crean espacio más que historia, atmósfera más que acontecimientos. La secuencia de Moon Safari es parte de su hechizo: cada tema se funde con el siguiente sin frontera clara, como pensamientos que se disuelven antes de dormir.

Años después, músicos de todos los géneros siguen citando Moon Safari como un punto de inflexión, una carta blanca para explorar la suavidad, la textura, el estado de ánimo sin necesidad de dramatismo. Le dio a la música electrónica una voz más baja, que no necesitaba gritar para hacerse oír. Escuchado hoy, el álbum sigue intacto, intocado por las modas, su luz aún difusa como el atardecer filtrado por cortinas.

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