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Brand New Cadillac – The Clash

El viaje salvaje del punk rockabilly

Empieza con un rugido de guitarra lo bastante afilado como para pinchar neumáticos. En unos pocos segundos, ya no estás en Kansas; estás recorriendo un desguace post-punk con The Clash como chóferes temerarios. Su versión de Brand New Cadillac, originalmente un frenesí rockabilly de 1959 de Vince Taylor, no es solo una versión. Es una resurrección. La canción aparece al principio de London Calling (1979), el doble LP que consolidaría a The Clash no solo como leyendas del punk, sino como una de las bandas más inclasificables, conscientes socialmente y aventureras sonoramente de su época. ¿Y qué mejor manera de arrancar el motor que con este desvío brutal y blusero?

The Clash no eran conocidos por la nostalgia. Su ética era el movimiento hacia adelante: musical, político, espiritual. Sin embargo, Brand New Cadillac se siente como un saludo a los fantasmas grasientos del rock ‘n’ roll del pasado, filtrado a través de los gases de escape del Londres de finales de los 70. Es corta, furiosa y descaradamente ruidosa, con la guitarra de Mick Jones rugiendo como el motor de un coche musculoso al borde de la combustión. Joe Strummer, gruñendo y aullando como si estuviera a medio camino entre el entusiasmo y la traición, inyecta la dosis justa de desesperación maníaca en unas líneas que antes parecían caricaturescas. Bajo el capó de The Clash, esta canción no trata de una amante perdida en un coche reluciente. Trata de alienación moderna, velocidad, clase y rabia disfrazada de actitud.

Ni siquiera se suponía que esta canción estuviera en London Calling. La leyenda dice que la banda la tocó como calentamiento en el estudio, pero el productor Guy Stevens, a partes iguales genio y loco, le dio a grabar sin decirles nada. Lo que escuchas en el álbum es esencialmente una primera toma. Así eran The Clash: nervio crudo antes que pulido, instinto antes que perfección. Stevens, que una vez lanzó muebles por el estudio para motivar a la banda, sabía que el rock ‘n’ roll no está hecho para ser limpio. Tenía razón. Brand New Cadillac suena desquiciada, como si fuera a salirse de la carretera en cualquier momento, y eso es lo que la hace tan viva.

Al cambiar la década, el punk ya estaba mutando. El nihilismo del 77 estaba dando paso a la new wave, el post-punk, el two-tone, y a una sensación de que la música podía volver a decir algo auténtico. Brand New Cadillac está en esa encrucijada: una reliquia de los 50 reanimada con la urgencia de los 70. The Clash no jugaron a lo seguro; la tocaron rápida, grosera y gloriosamente fuera de control. Es el sonido de cuatro chavales de clase trabajadora convirtiendo acordes prestados en un cóctel Molotov cultural. No es de extrañar que siga rugiendo desde los altavoces como una señal de advertencia.

En cierto modo, el tema es una metáfora de la banda misma: piezas robadas, furia tuneada y una negativa total a mantenerse en un solo carril. Cuando The Clash la tocaban en vivo, el público enloquecía, no porque fuera un éxito, sino porque era pura. Sin política, sin mensaje. Solo velocidad, deseo y un riff capaz de prender fuego a tus huesos. No necesitas un manifiesto cuando tienes tanta adrenalina por segundo.

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