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Down On The Street – The Stooges

Una voz animal en una jungla de concreto

Down On The Street estableció el tono de Fun House en julio de 1970 con un ritmo sacado directamente del asfalto. La section rythmique cae con fuerza y monotonía, arrastrando al oyente en un vaivén en cámara lenta. Iggy Pop lanza sus líneas como si ya las hubiera masticado y escupido con una sonrisa irónica, mientras la guitarra de Ron Asheton se engancha en un bucle hipnótico. Nada está pulido, nada está posado. Sin mirar atrás, la toma respira, cruje y se inclina hacia adelante.

Bajo la dirección de Don Gallucci, las sesiones de grabación pretendían retratar a The Stooges tal y como sonaban en realidad. Sin artificios, sin edulcorantes. Solo una configuración que dejara espacio al feedback al mover el aire alrededor de los micrófonos. El grupo usó pocos overdubs y tocó en la misma sala. El resultado es una pieza musical basada en la repetición y la presencia física. La mezcla es lo bastante cruda como para sentir el sudor detrás de cada nota.

Las palabras de Iggy alternan entre el hechizo y la observación. La entonación fluye con el tempo del bajo y la batería. Scott Asheton golpea la batería como si arrastrara una cadena pesada. El bajo de Dave Alexander rellena los huecos sin alardear. El grupo no busca subir el volumen ni acelerar. Se hunde en un ritmo que alimenta la tensión. Esta es una canción que pide ser escuchada a ras de suelo.

El tema de apertura, Down on the Street, no se conforma con una sola guitarra tocando un solo frenético: hay dos que suben al unísono, chocando entre sí con una energía desbordante. La descarga de adrenalina es imbatible.

(Jon Smith, Drowned in Sound, 2010)

Esta no era la época de las armonías en capas ni de los solos interminables. Fuerza y fricción son lo que hacen que Down on the Street funcione. Impulsado por el instinto y la repetición, todo el tema suena como una máquina construida en un garaje. Cada componente del conjunto ocupa su propio lugar. Ron Asheton se inclina lo justo para mantener el bucle en marcha. Iggy habla tanto como canta. La voz descansa dentro del ritmo, no por encima.

Más de cincuenta años después, la música sigue golpeando con la misma fuerza bruta. Forjada desde la confianza y el peso, su tempo avanza como un paso lento en plena medianoche. No busca la elevación. Se mantiene con los pies en la tierra, atrapada en un groove que ha resonado durante décadas en el post-punk y el ruido de garaje. Down on the Street no discute ni explica. Actúa y deja huella.

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