Un cóctel molotov de punk-metal
Adentrémonos en el crudo e incendiario infierno que es “Fuel My Fire” de L7, una canción que no solo quema: arrasa con todo a su paso y deja un rastro de cenizas. Desde el momento en que esos riffs de guitarra iniciales rugen por los altavoces, no estás simplemente escuchando una canción; estás atado a un muscle car fuera de control que recorre las calles empapadas de grunge de principios de los años 90. Publicado en 1994 en Hungry for Stink, el cuarto álbum de L7, este tema es un cóctel molotov de furia punk, crudeza metálica y actitud sin complejos. Es un dedo medio al conformismo, un puñetazo sónico que encapsula la esencia del grupo: feroz, feminista y gloriosamente desafiante. Donita Sparks, Suzi Gardner, Jennifer Finch y Dee Plakas no solo tocan esta canción. La empuñan como un arma, y no es de extrañar que se haya convertido en uno de sus cortes más icónicos.
Hablemos primero de esos riffs, porque son la gasolina de este fuego. Tomados del grupo punk australiano Cosmic Psychos y su tema “Lost Cause”, L7 tomó una base cruda y sin adornos y la potenció con letras venenosas y una energía brutal. La voz de Sparks es un aullido salvaje, cargado de sarcasmo y rabia, escupiendo frases como “Tengo fiebre, ven a comprobarlo”. No es solo una interpretación; es una declaración de guerra a la apatía, al status quo, a cualquiera que se atreva a subestimarlas. La sección rítmica, con el bajo atronador de Finch y la batería implacable de Plakas, conduce la canción como un tren de carga desbocado, mientras la guitarra de Gardner corta la mezcla como una hoja dentada. Hay una historia de su actuación en el Reading Festival de 1992 que resume perfectamente su actitud: cuando el público les lanzó barro por problemas de sonido, Sparks no se inmutó. Les arrojó un tampón usado mientras gritaba: “¡Cómanselo, cabrones!” Ese es el tipo de espíritu desquiciado e implacable que alimenta “Fuel My Fire”.
Lo que hace que esta canción sea tan condenadamente buena es su alquimia de simplicidad y poder. L7 no necesita arreglos complejos ni una producción pulida para causar impacto. Desnudan el rock hasta su núcleo primitivo y luego le prenden fuego. La estructura de la canción es engañosamente sencilla: dos riffs pesados, un ritmo machacante y un estribillo que pide a gritos ser coreado en un club sudoroso. Pero es la actitud lo que la eleva. Aquí hay un nihilismo alegre, una sensación de querer quemarlo todo solo para ver qué renace de las cenizas. No es de extrañar que The Prodigy la versionara en 1997 para The Fat of the Land, con la energía maníaca de Keith Flint dándole una nueva vida con tintes electrónicos. Aun así, la original de L7 sigue siendo intocable, una bestia más cruda y sucia que capta a la perfección el espíritu del grupo: nunca fueron solo una banda “grunge” o un acto “riot grrrl”, sino una fuerza de la naturaleza que desafiaba las etiquetas. Su papel en la fundación de Rock for Choice en 1991, reuniendo a bandas como Nirvana y Pearl Jam por causas feministas, subraya aún más su compromiso con sacudir el sistema.
Hungry for Stink es mucho más sofisticado, con una sorpresa musical en casi cada canción, y consolida a L7 como una de las mejores bandas de hard rock, sin importar el género.
(Entertainment Weekly, 1994)
En el contexto de su época, “Fuel My Fire” fue un cóctel molotov lanzado al corazón de la escena musical de principios de los 90. El grunge estaba en su apogeo, pero solía ser un club de chicos. Piensa en los gritos angustiados de Nirvana o los himnos sinceros de Pearl Jam. Pero L7 ofrecía algo diferente: un sonido agresivo liderado por mujeres, sin disculpas, que no pedía permiso ni aprobación. Eran forasteras incluso entre los forasteros, venidas de Los Ángeles en lugar de Seattle, y su música llevaba un híbrido punk-metal más cercano a Motörhead que a Mudhoney. Esta canción, con su energía cruda y su mordaz comentario social, resonó en una generación que luchaba contra la apatía política y las limitaciones sociales. Fue un grito de guerra para quienes se sentían marginados, especialmente las mujeres en un mundo del rock dominado por hombres. Sus famosas provocaciones, como cuando Sparks enseñó el trasero en The Word, solo reforzaron su estatus de rebeldes, haciendo de “Fuel My Fire” una banda sonora para quienes querían rebelarse contra el sistema con una sonrisa sarcástica.
El legado de la canción perdura porque su desafío es atemporal. Escucharla hoy todavía se siente como un llamado a la acción, un recordatorio de avivar tu propio fuego cuando el mundo intenta apagarlo. La reunión de L7 en 2014 y su ferocidad continuada en el escenario, tocando canciones como esta con el mismo veneno que hace 30 años, demuestran que la chispa nunca se apagó. “Fuel My Fire” no es solo una canción; es un manifiesto, un testimonio de una banda que se negó a ser domesticada. Ya sea que la escuches por primera vez o que la grites en un mosh pit, es un recordatorio de que el rock ‘n’ roll, en su mejor versión, trata de rebelión, potencia bruta y un poco de caos. L7 entregó todo eso y más, y esta canción sigue siendo un monumento ardiente a su legado.