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I Feel Love – Donna Summer

Deseo en bucle

I Feel Love tiene un latido en su centro. Amor que nunca muere. Comienza como una máquina que despierta en una cueva iluminada por neón, luego se abre en un pulso constante que sube por la columna y resuena en el pecho. Usando un sintetizador modular Moog que silba y palpita como un circuito enamorado, Giorgio Moroder y Pete Bellotte construyen la estructura. Donna Summer flota por encima, distante, seductora, exacta. Su voz no narra una historia. Es un sentido, una sensación destilada en respiración y regularidad.

Donna ya había encendido las pistas de disco con Love to Love You Baby, susurrando entre gemidos que escandalizaron a Estados Unidos. Pero aquí iba más allá de las cuerdas de terciopelo y las copas de champán. Aunque su núcleo es concreto berlinés y láseres rojos, I Feel Love salió en 1977 en plena fiebre Studio 54. No fue en Nueva York, sino en Múnich donde se grabó la pista base. Es un detalle pequeño pero significativo. Mientras América bailaba con alma, Europa soñaba en electrónica. Donna, cantante de góspel nacida en Boston, que antes había girado con Hair, puso su voz al servicio de un futuro que apenas intuía.

La falta de crescendo hace que la canción sea hipnótica. El ritmo se repite, da vueltas, se hunde en el inconsciente. La línea de bajo es mecánica pero curiosamente cálida, sintética. Sus palabras son mínimas, en presente real, de sentido real. La pista queda suspendida, como un beso que se mantiene demasiado tiempo; no avanza. Anticipa la música house, el trance, el techno, incluso la frialdad de Kraftwerk y el sudor de los clubes de Chicago. Brian Eno, según se dice, advirtió a Bowie al escucharla que cambiaría el sonido de la música de club durante quince años. Estaba malinterpretando el límite.

He oído el sonido del futuro… Este sencillo va a cambiar el sonido de la música de club durante los próximos quince años.

(Brian Eno a David Bowie, 1977)

Donna Summer no era productora, pero sabía cómo habitar un ritmo. Su formación en coros de iglesia le dio un control que evitó que los gemidos en Love to Love You Baby cayeran en la parodia. En I Feel Love, se vuelve más mecánica, menos humana, y esa elección la hace aún más seductora. Sabía extraer emoción desde la contención, no desde el exceso. Su voz está presente y distante a la vez, el fantasma en la máquina. No hay improvisación, ni gritos, ni crescendo góspel. Solo un suspiro atrapado en los circuitos.

Cuando cae la aguja, el tiempo se suspende. No hay narrativa que seguir, solo la repetición del deseo como forma. La pista se volvió esencial en las discotecas, una herramienta para DJs, un talismán. Remixada, reeditada, sampleada, pero nunca desfasada. Donna Summer, coronada Reina del Disco, caminó con calma hacia el futuro mientras el resto de la escena explotaba en purpurina. Y en I Feel Love, ese futuro sigue latiendo, aún húmedo de aliento, aún cableado para el deseo.

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