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If The Kids Are United – Sham 69

Cuando los ánimos se calientan

Los acordes iniciales de If The Kids Are United suenan como un llamado desde las azoteas, crudo y sin filtros. El ritmo golpea directo, como botas sobre el concreto. La voz de Jimmy Pursey no pide permiso. Declara. Con su estribillo gritado como un lema callejero, la canción dio a la juventud obrera algo a lo que aferrarse en 1978. Sin adornos, sin metáforas. Solo puños, sudor y voces alzadas en la misma dirección.

Sham 69 no venía de ocupas ni de escuelas de arte. Venían de Hersham, un suburbio londinense sin glamour. Jimmy Pursey había trabajado en una fábrica de serigrafía antes de formar la banda. Había vivido las gradas del fútbol desde dentro. Eso le dio a su música una fisicalidad única. Las canciones no eran ideas, eran movimiento. If The Kids Are United fue escrita para los sábados por la tarde reales, para los rostros pegados a los cristales de los bares, para la energía ruidosa de multitudes que necesitaban algo aún más fuerte para responder.

En esta canción no hay búsqueda de sutileza. El riff se repite como un martillo golpeando acero. La batería avanza sin dudar. En ese momento, el punk ya coqueteaba con galerías de arte y márgenes conceptuales. Sham 69 miraba en otra dirección. Su versión del punk caminaba con los chavales en chaquetas bomber, bebía cerveza barata, salía magullada del pogo. No interpretaban personajes sobre el escenario: eran ellos mismos, un poco caóticos, a veces impredecibles, siempre auténticos.

Yo estaba en una banda que quería llegar de verdad a los chicos de hoy.

(Jimmy Pursey, 1979)

Cuando salió la canción, Gran Bretaña estaba tensa. El país parecía partido en dos por líneas de clase y de generación. Cierres de fábricas, desempleo, enfrentamientos en las calles. If The Kids Are United se convirtió en un himno a ambos lados de esa grieta: cantado por skinheads y punks, sonando en centros juveniles y estadios de fútbol. Pursey intentó una vez calmar un disturbio desde el escenario gritando la letra en medio del caos. No funcionó, pero demostró en qué se había convertido la canción: más que un tema, era una señal compartida.

Con el tiempo, la escena punk cambió, y Sham 69 también. Pero esta canción sigue viva como una cicatriz reciente: clara, profunda, inolvidable. No se explica. Llega como un golpe y permanece como el recuerdo de un grito al unísono bajo cielos grises. El tipo de canción que no necesitas entender para sentir. Solo hay que darle al play y subir el volumen hasta que tiemblen las paredes.

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