Gritar sin pedir permiso
Como un miembro que despierta entre espasmos, el riff se arrastra lento y pesado. Luego se desgarra de golpe. Las guitarras chasquean. La voz de Courtney Love corta la superficie. Resuena con uñas y polvo. Escupe con los dientes apretados: “And the sky was made of amethyst.” La canción exhala fragancia y respira violencia. Publicada en 1995, hoy tiene sabor a óxido. Electricidad estática antes de una tormenta cargaba el aire a su alrededor.
En aquellos encuentros, Hole era punzante. La batería caía seca y grave. Las guitarras zumbaban como insectos. Violet tambalea y estalla. Crea tensión en el silencio antes de gritar para soltarlo todo. Love la interpretó en directo durante años. Videos de principios de los 90 la muestran gritando en clubes pequeños, el rímel corriendo, la voz quebrada, los ojos abiertos de par en par. La canción siempre parecía perseguir algo justo fuera de alcance.
«Go on, take everything.» Como un martillo, la frase se repite una y otra vez. Como sangre tras una bofetada, las palabras se quedan colgadas en la boca. Love no ofrece claridad. Muerde. La mezcla une melodía con arañazos, belleza con astillas. Los acordes no consuelan. Empujan. A media luz, todo parece cercano, empapado. La canción no se balancea. Se precipita.
Se trata de estar sentado en la escalera de incendios de su apartamento, bebiendo vino barato y tomando un Vicodin mientras el sol de Chicago se pone, dejando tras de sí un cielo amatista cubierto de joyas.
(Courtney Love, NME, 2024)
El video transcurre entre terciopelo y luces de escenario. Filtros rosados, bailarinas, plumas por todas partes. Miradas fijas, bocas abiertas, brazos extendidos. Violet se interpretó en MTV mientras adolescentes escribían sus letras en las paredes de sus habitaciones. Love mencionaba a Billy Corgan en entrevistas. Como un chicle bajo una cabina, la historia permanece. Ese calor le da forma a la canción y la hace elevarse.
Violet aún suena áspera y sin limpiar. El filo corta. El aliento quema. El bajo se mantiene cerca del suelo. La voz camina descalza sobre vidrio. Arrastra al oyente dentro de su eco y suena fuerte de noche. No ofrece protección. Lo recuerda todo. Quema a través de los altavoces como un cigarrillo presionado contra la piel.