Donde Gaz encontró oro lejos del ruido
White Noise tiene un pulso implacable en su centro. White Noise, una canción que suena como si se transmitiera directamente desde la sala de máquinas creativa de Gaz Coombes. Esto es claramente una proclamación, ya que las notas iniciales crecen con una intención latente. De presencia, no de amor ni de guerra. Girando su dial hacia la tensión y la anarquía suave, el antiguo líder de Supergrass, ahora inmerso en una carrera en solitario guiada más por la intuición que por la expectativa, parece impulsado. Y lo hace todo, además, con mano firme.
Poco boato acompañó a Here Come the Bombs, el álbum que acuna White Noise, lanzado en 2012. Pero debajo de la ausencia de fuegos artificiales comerciales hay algo vibrante en convicción y detalle. Impulsado por percusiones sincopadas y envuelto en una neblina digital que nunca oculta la melodía, el tema cabalga un ritmo tanto roto como fluido. Espíritu analógico y precisión de máquina crean este paisaje sonoro. Siempre un maestro del contraste, Coombes permite que la belleza y la inquietud coexistan en su diseño musical.
Rompe su voz a través de la distorsión con nitidez, no con violencia. La forma en que canta empuja en silencio a White Noise como escape tanto como interferencia. Aunque las letras tienen un significado subyacente, nunca se sienten como una carga. Aunque Coombes siempre ha sido hábil con las frases, piensa en la arrogancia sarcástica de Alright o la tensión irónica de Richard III, aquí encuentra una cadencia más introspectiva. Cuando tienes algo contundente que decir, no hace falta gritar.
Estaba intentando hacer algo que fuera realmente honesto. Simplemente ver qué salía y dejar que fuera. Lo que salió al final fue Gaz Coombes en estado puro y sin adornos. Realmente quería que el sonido de cada interpretación influyera en la siguiente, solo quería que sonara como yo.
(Gaz Coombes, Drowned in Sound, 2012)
Grabado en su estudio casero, este no fue un disco influenciado por aspiraciones comerciales ni por expectativas de una discográfica. Construido lentamente con Coombes a cargo de gran parte de la instrumentación y la producción. White Noise es el sonido de un artista que permite que las máquinas respiren con él y no por él. El entorno final es de baja gravedad, no lo-fi. Te desplazas por él sostenido solo por el latido del tema.
¿Y qué tipo de latido? La batería se estremece y se desliza, la línea de bajo vibra como un mensaje secreto, y las guitarras no aparecen como riffs sino como texturas. Cada capa está colocada con cuidado para crear un tema ágil y compacto. No es casualidad que White Noise se haya convertido en un clásico secreto entre quienes lo descubrieron, no en la radio, sino en los auriculares a altas horas de la noche, cuando el ruido del día se apaga y ciertas melodías empiezan a revelar su forma oculta.
Con White Noise, Gaz Coombes nunca buscó reescribir la historia. Aun así, al crearlo, nos regaló algo más duradero que un éxito comercial: un himno contenido para los digitalmente agotados, una liberación de presión minuciosamente elaborada que sigue resonando con fuerza años después de su creación. Esta es una canción de la que uno no se cansa. Es más, uno acaba por integrarse en ella.