Aunque dura solo dos minutos y veintiocho segundos, bien podrían ser los dos minutos y veintiocho segundos más perfectos en la historia de la música pop.
Reptilia sacude sus tacones, muestra los dientes y estalla en uno de los ataques de rock más compactos y contundentes de los 2000s, justo después de que ese bajo retorcido se desliza desde las sombras.